domingo, 10 de enero de 2010

TARDE DE SÁBADO

Abrumado por tanta responsabilidad, el animal había retrocedido.

Desde mi ventana observé con atención todo el proceso. El ardiente sol del atardecer pintaba reflejos dorados sobre las hojas de los chopos, que con la suave brisa del ocaso bailaban, haciéndome llegar su dulce murmullo.

Como todos los sábados, el perro de la finca vecina, vio partir a sus amos y durante más de una hora lloró lastimeramente reclamando su presencia. También como todos los sábados, los niños del barrio vinieron con palos a arrastrarlos con saña por la verja. El pobre perro enrabietado ladró y ladró desesperadamente… y ante la imposibilidad de atacar al enemigo retrocedió a su caseta.

En estos relatos de cien palabras, no hay que contar el contenido de la primera frase, ya que es la que da lugar al desarrollo de la historia

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