viernes, 31 de octubre de 2014

POEMA "A UN CUADRO ANÓNIMO"

Poema  “A un cuadro anónimo”

Me gusta la casa
Acogedora, íntima, cálida…
Pequeña, sencilla,  tranquila…
Su permanente cotidianeidad
Refugio de lo eterno 
Con su ventana en arco
Con su cortina corrida
El paisaje florido
Donde la vida fluye
La costura en la mano
Obligación de las tardes
Esperando  al esposo
Y recibir su beso
La charla  compartida.
Al fin completo el cuadro
Todo en orden… todo amor…


viernes, 24 de octubre de 2014

UN PASEO POR EL EJIDO


Eran las seis de la mañana de un día de Junio. El sol ya había roto la noche y un rayo de luz entró por el montante inundando la pared izquierda de mi habitación; su claridad creciente hizo que mis ojos se abrieran al nuevo día.  Esperé contemplando  la pared; observé casi sin pestañear como la luz bajaba lentamente  hasta alumbrar una parte del cobertor de mi cama. Era la hora habitual y como cada día, salté del lecho alegremente pensando en el  delicioso paseo mañanero. Tras pasar por el baño, preparé mi bolsa e introduje un par de manzanas, unas pocas galletas, una botella de agua y  mis herramientas habituales.  Salí a la calle acompañado de mi fiel  Dulio.  Atravesé tres avenidas y llegué hasta el río. Crucé el puente que me llevaba hasta el ejido y me detuve a contemplar el   amplio espacio que se abría ante mí. Mi perro echó a correr disfrutando con deleite de todo el campo que era suyo.  Caminamos él y yo...  Dulio  haciendo pequeñas carreras, oliendo aquí y allá los árboles, husmeando  cualquier objeto que encontraba, sin perder en ningún momento la orientación de mis pasos,  siempre pendiente de  cualquier giro de mi andadura. Tras una hora de caminar  me senté  en la primaveral hierba, todavía fresca y verdeante. A lo lejos  aparecieron unos  viejos pastores con sus rebaños. Dulio corrió como cada día al encuentro de los perros  que acompañaban a las ovejas.  Observé expectante y feliz la bucólica  escena. Las ovejas, al ver  acercarse a mi perro, hicieron sitio agrupándose entre sí. Le conocían de verle habitualmente pero como  no pertenecía a su pastor le miraban siempre  con cierto recelo.  La imagen a la distancia era inalienable, en ese momento me pertenecía, era solo mía y la disfruté. Dejé a mi perro que se distrajera un rato con sus amigos. Vi como los pastores le acariciaban y le obsequiaban con alguna golosina que él siempre esperaba y si no se la daban, la reclamaba insistentemente. Durante un momento estuve anclado, contemplando con  placer la escena, era como si hubiera sufrido  un ataque de acinesia. Al fin reaccioné y silbé, Dulio, tras dudarlo unos minutos volvió corriendo a mi lado. Continué mi camino y me dirigí sin prisa  hacia el altozano, donde unas encinas crecían juntas y próximos a ellas  prosperaban arbustos de zarzamoras. Superé el suave remonte y me acerqué a la que preservaba mi tesoro. Abrí la bolsa y extraje los guantes de trabajo, calcé mis manos y una vez protegidas, las metí  entre los espinos. Las moras todavía estaban verdes y no tuvieron la oportunidad de mancharme,  los espinos de las ramas arañaron mis guantes al intentar proteger sus frutos mas no  pudieron clavar  sus púas en mi carne. En esa caja fuerte que acomodaba la zarza,  guardaba un precioso y retorcido  tronco ya seco,  el cual, desde hacía meses estaba trabajando pacientemente con mi cuchillo de monte. Había conseguido desbastar la corteza y  ahora estaba puliendo a base de lijas de diferentes grosores el todavía áspero tronco. Lo lijaba  con delicadeza.  Esperaba  conseguir un buen bruñido. Mi idea era la de hacer una preciosa lámpara  con aquella escultura que me había regalado la naturaleza. Mi fiel amigo y compañero de vida Dulio, conocía muy bien la rutina diaria de nuestros paseos y pacientemente se tumbó a mi lado disfrutando del sol o de la sombra, según le acomodara, mientras, yo daba paso a mi repetido proceso de trabajo con las lijas.  Sobre las 11:00 de la mañana, con el sol alzando su vuelo, paré mi trabajo, saque el cuenco de agua de Dulio  y le serví una buena cantidad  de la botella. Yo también eché un trago. Partí las manzanas en pedazos y acompañadas de las galletas a medias nos las comimos los dos. Transcurrió una hora más. El calor empezaba a apretar y se hacía sentir duramente.  Volví a guardar mi escultura bajo la zarza. Seguidamente regresamos por otra vereda que acortaba el camino a buscar el refugio fresco  de  la casa, contentos y llenos de energía.  

Este cuento es un trabajo que  hice para la universidad. Nos dieron las cinco palabras que están subrayadas                                                                        para construir un relato y esto es lo que yo hice.

MI BARRIO - MI CALLE



Todo mi barrio y en él,  mi calle que es redonda, circulante entorno a una plaza llamada La Meseta. Tiene 38 números.  Sus dos aceras, siempre  en curva, están  adornadas  desde el interior de los jardines, con árboles que dan sombra. Algunos de ellos son frutales. Hay  rosales;  Azaleas;  Bambues;  preciosos liquidámbars y otras muchas variedades. En verano, las flores cuelgan por las tapias y  dan aromas, color y alegría. Antaño, mi calle  era un depósito de niños siempre correteando e inventando la manera de divertirse. Hoy, aquellos niños que éramos, hemos dejado el espacio para los vehículos, que han venido a cambiar el ruido de las risas infantiles, por el hosco sonido de los motores, las manchas de grasa en el suelo  y el precioso lugar, que era libre, ha sido ocupado por la invasión mecánica. El barrio es el mismo, pero ya no hay niños jugando. ¡El tiempo es otro!...

martes, 22 de febrero de 2011

INTERCAMBIO DE INTENSIDADES.

¿Por qué me mira así? ¡Nunca acierto a interpretar tus miradas!. Esa profundidad de tus ojos siempre me desconcierta. Te miro tratando de indagar qué me quieres decir, pero tú, impertérrito, sigues mirándome sin mover un músculo. ¿Pero qué quieres? Te digo, esperando que un leve movimiento me haga saber cuáles son tus deseos o intenciones. Nada… Te sigo mirando. Nuestras pupilas intercambian intensidades. Después de un rato quito mi mirada de tus ojos. En ese momento oigo un gruñido y un leve movimiento me hace saber lo que pretendes.  ¡ Ya sé!...  Me levanto y abro la puerta, quieres ir a tu caseta del jardín.

jueves, 13 de enero de 2011

MAS ALLÁ DE....

Más allá de la senda de los tilos,... donde el camino se abre al claro;... donde los pinos, las encinas y los arces reciben el fulgor de los rayos de la luna llena...
Allá donde la hierba murmura con las ardillas, y los búhos son testigos mudos de los actos del bosque...
Allá donde las hadas tejen arabescos de amor, abriendo sus trémulos brazos para recoger los rayos de plata de Diana...
Allá donde el riachuelo canta canciones de cuna a los niños dormidos...
Allá donde las libélulas se mecen sobre los nenúfares del lago...
Allá, donde los gnomos juegan a la rueda con los Elfos, y los duendes saltan de árbol en árbol acompañando la escena...
Allá, donde las luciérnagas iluminan los caminos...
Allá donde la magia despierta en la noche, y hace eterna la ilusión de las horas...
Allá donde los sueños se hacen realidad y los corazones libres viven el paisaje.
Allá donde la noche se hace día para vivir la ilusión...
Allá donde las flores vierten su perfume y prestan sus pétalos para vestir a las pequeñas hadas.
Allá donde el rumor de los diminutos seres, entrega su inocencia a la noche.
Allá donde el rocío baña su menudo cuerpo, embriagándolo de perfume en la alborada.
Allá quiero contar mis sueños de amor al aire tibio de la noche.
Allá quiero reinar para siempre, donde el mal no llega y la armonía brota eterna de la tierra.
Allá quiero conjugar mi felicidad con la paz del mundo de la ilusión.......
Allá estaré esperando que mi amor se realice, hasta la consumación de los siglos.
Allá estaré.............................María José 22.2.2003

Foto Teresa P. Acosta

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viernes, 7 de enero de 2011

INJUSTICIA POR ENVIDIA.

Nadie, en varios kilómetros a la redonda, sabría decir su nombre. Había sido borrado de todos los registros, incluso hicieron desaparecer la placa que pusieron en su honor, aquella vez que salvó del río al cabrero que se ahogaba cuando entró para sacar un cabritillo que había caído al torrente.
− ¿Y eso porque fue? Preguntó Silverio extrañado.
− Nunca se supo a ciencia cierta, respondió el alcalde. No había pruebas, pero Plinio sospechó que pudo ser el causante del incendio que asoló su huerta . Todo el pueblo le hizo el vacío y el hombre, desesperado, se marchó. Al morir Plinio, se encontró una nota, exculpando del incendio, al hombre.

FUE TAN GRANDIOSO CONCERTE...

Te observaba pasar cada día desde la copa del árbol al que accedía cada mañana, por la fuerte y gruesa rama que rozaba la barandilla del balcón de mi terraza. Me complacía el saber que tú nunca me veías y que así podía observarte a gusto, cuando pasabas bajo mis pies. Si en algún momento hubieras levantado la vista, seguramente me habría caído del susto. Mi corazón se volcaba y alborozaba al escuchar la música que tus zapatos producían en el asfalto al doblar la esquina de mi casa. Enrojecía aunque tú no levantabas la cabeza. Así un día y otro, desde que hacía un año te había visto al salir de mi portal. No sabía quién eras, pero estuve investigando muy discretamente. Me enteré que vivías en la calle De La Ilustración, esquina con la calle Victoria que es la mía, así que intuí que te iba a poder ver con mucha frecuencia, como así fue. Lo mejor fue la facilidad que me proporcionaba el árbol para pasar inadvertida, mientras de mi corazón salían invisibles dardos ardientes hacia el tuyo. Desde mi atalaya, siempre escondida para ocultar el abominable defecto físico que me atormentaba, dejaba caer mis cálidas lágrimas llenas de amor para ti.
Admiraba y amaba tu hermosa gallardía, tu soltura al caminar, la belleza de los firmes rasgos de tu rostro, las manos grandes y recias que portaban la cartera y el periódico. Imaginaba vivir en un paraíso a tu lado, lleno de amor abrazos y besos. Pasaba los días soñando contigo vivía en una permanente nube en la que suponía una vida fantástica solo para nosotros y en la que iban apareciendo preciosos y sanos hijos, y que con ellos, caminaríamos hasta el final de nuestros días. Te amaba… te amaba… te amaba y te amo.
Cuando aparecías dando la vuelta a la esquina de mi casa, sentía como si estuviéramos dentro de una burbuja en la que solo cabíamos los dos. En ese momento apreciaba tus besos rodando por todo mi cuerpo y yo correspondía en la misma medida contigo. Mi amor era tierno dulce y espiritual. Te seguía con la vista hasta que desaparecías al fondo de la calle, entonces la burbuja se rompía y yo volvía a mi realidad de jovencita tullida, con mi pié encerrado en una bota horrible. Me puse en manos de un médico que me garantizó que corregiría mi defecto y volví a soñar con mostrarme ante tu presencia como una chica normal.
Un día no pasaste por debajo de mi árbol, y al otro día tampoco, y así varios sucesivos. Investigué otra vez y supe que ¡Ya no estabas! Un accidente fortuito me había arrancado tu vida. Subí a la copa del árbol y grité desesperada a los cuatro vientos para que mi voz te llegara fuerte.
¡Adiós mi amor… adiós mi amor! Solo tú me diste ilusión aunque siempre lo ignoraste y siempre permanecerás en mi corazón y en mi alma ¡Fue tan grandioso conocerte, como el dolor de perderte!