jueves, 13 de enero de 2011

MAS ALLÁ DE....

Más allá de la senda de los tilos,... donde el camino se abre al claro;... donde los pinos, las encinas y los arces reciben el fulgor de los rayos de la luna llena...
Allá donde la hierba murmura con las ardillas, y los búhos son testigos mudos de los actos del bosque...
Allá donde las hadas tejen arabescos de amor, abriendo sus trémulos brazos para recoger los rayos de plata de Diana...
Allá donde el riachuelo canta canciones de cuna a los niños dormidos...
Allá donde las libélulas se mecen sobre los nenúfares del lago...
Allá, donde los gnomos juegan a la rueda con los Elfos, y los duendes saltan de árbol en árbol acompañando la escena...
Allá, donde las luciérnagas iluminan los caminos...
Allá donde la magia despierta en la noche, y hace eterna la ilusión de las horas...
Allá donde los sueños se hacen realidad y los corazones libres viven el paisaje.
Allá donde la noche se hace día para vivir la ilusión...
Allá donde las flores vierten su perfume y prestan sus pétalos para vestir a las pequeñas hadas.
Allá donde el rumor de los diminutos seres, entrega su inocencia a la noche.
Allá donde el rocío baña su menudo cuerpo, embriagándolo de perfume en la alborada.
Allá quiero contar mis sueños de amor al aire tibio de la noche.
Allá quiero reinar para siempre, donde el mal no llega y la armonía brota eterna de la tierra.
Allá quiero conjugar mi felicidad con la paz del mundo de la ilusión.......
Allá estaré esperando que mi amor se realice, hasta la consumación de los siglos.
Allá estaré.............................María José 22.2.2003

Foto Teresa P. Acosta

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viernes, 7 de enero de 2011

INJUSTICIA POR ENVIDIA.

Nadie, en varios kilómetros a la redonda, sabría decir su nombre. Había sido borrado de todos los registros, incluso hicieron desaparecer la placa que pusieron en su honor, aquella vez que salvó del río al cabrero que se ahogaba cuando entró para sacar un cabritillo que había caído al torrente.
− ¿Y eso porque fue? Preguntó Silverio extrañado.
− Nunca se supo a ciencia cierta, respondió el alcalde. No había pruebas, pero Plinio sospechó que pudo ser el causante del incendio que asoló su huerta . Todo el pueblo le hizo el vacío y el hombre, desesperado, se marchó. Al morir Plinio, se encontró una nota, exculpando del incendio, al hombre.

FUE TAN GRANDIOSO CONCERTE...

Te observaba pasar cada día desde la copa del árbol al que accedía cada mañana, por la fuerte y gruesa rama que rozaba la barandilla del balcón de mi terraza. Me complacía el saber que tú nunca me veías y que así podía observarte a gusto, cuando pasabas bajo mis pies. Si en algún momento hubieras levantado la vista, seguramente me habría caído del susto. Mi corazón se volcaba y alborozaba al escuchar la música que tus zapatos producían en el asfalto al doblar la esquina de mi casa. Enrojecía aunque tú no levantabas la cabeza. Así un día y otro, desde que hacía un año te había visto al salir de mi portal. No sabía quién eras, pero estuve investigando muy discretamente. Me enteré que vivías en la calle De La Ilustración, esquina con la calle Victoria que es la mía, así que intuí que te iba a poder ver con mucha frecuencia, como así fue. Lo mejor fue la facilidad que me proporcionaba el árbol para pasar inadvertida, mientras de mi corazón salían invisibles dardos ardientes hacia el tuyo. Desde mi atalaya, siempre escondida para ocultar el abominable defecto físico que me atormentaba, dejaba caer mis cálidas lágrimas llenas de amor para ti.
Admiraba y amaba tu hermosa gallardía, tu soltura al caminar, la belleza de los firmes rasgos de tu rostro, las manos grandes y recias que portaban la cartera y el periódico. Imaginaba vivir en un paraíso a tu lado, lleno de amor abrazos y besos. Pasaba los días soñando contigo vivía en una permanente nube en la que suponía una vida fantástica solo para nosotros y en la que iban apareciendo preciosos y sanos hijos, y que con ellos, caminaríamos hasta el final de nuestros días. Te amaba… te amaba… te amaba y te amo.
Cuando aparecías dando la vuelta a la esquina de mi casa, sentía como si estuviéramos dentro de una burbuja en la que solo cabíamos los dos. En ese momento apreciaba tus besos rodando por todo mi cuerpo y yo correspondía en la misma medida contigo. Mi amor era tierno dulce y espiritual. Te seguía con la vista hasta que desaparecías al fondo de la calle, entonces la burbuja se rompía y yo volvía a mi realidad de jovencita tullida, con mi pié encerrado en una bota horrible. Me puse en manos de un médico que me garantizó que corregiría mi defecto y volví a soñar con mostrarme ante tu presencia como una chica normal.
Un día no pasaste por debajo de mi árbol, y al otro día tampoco, y así varios sucesivos. Investigué otra vez y supe que ¡Ya no estabas! Un accidente fortuito me había arrancado tu vida. Subí a la copa del árbol y grité desesperada a los cuatro vientos para que mi voz te llegara fuerte.
¡Adiós mi amor… adiós mi amor! Solo tú me diste ilusión aunque siempre lo ignoraste y siempre permanecerás en mi corazón y en mi alma ¡Fue tan grandioso conocerte, como el dolor de perderte!